Actualidad
La sentida carta de Alejandro Lerner: “España es lo que Argentina podría ser”
Recién llegado de sus actuaciones en España e Israel, y a pocos días de comenzar una nueva gira nacional, Alejandro Lerner escribió una carta muy sensible y sincera sobre la coyuntura política y social de la Argentina.
El autor volvió al país tras una gira y al llegar, comparó la política y el pasar económico de los argentinos con la realidad que se vive en los lugares que visitó durante sus shows. Tras una elevada preocupación, le envió una carta a Eduardo Feinmann y apuntó contra los políticos.
“España es lo que Argentina podría ser”, afirmó. “Un país hermoso con un idioma cercano. La comida, las calles, la arquitectura, todo es familiar, pero la gran diferencia que yo he sentido es que se puede vivir en un clima de tranquila normalidad y convivencia. No hay olor a miedo en las calles, te pueden hurtar, pero no te van a matar o agredir físicamente para robarte. Y esa es una sensación que se respira y se comparte”, añadió, antes de comparar esas experiencias con lo que desde su punto de vista ocurre en nuestro país.
“La diferencia de un país del llamado tercer mundo y los del primero es la conciencia. Conciencia que trabajando se llega y se crece. Que hacer las cosas bien es mucho mejor que hacerlas mal. Que mentir, robar y hacer daño se paga. Que la justicia no son solo las personas, son las leyes y entre todos hemos acordado cumplirlas y defenderlas. Conciencia del respeto al otro”, enumeró.
“Volví muy movilizado, cuando uno sale y se enfrenta o se encuentra con otra energía tan distinta”.
A partir de ahí explicó: “Luego fui a España y me encontré con compatriotas que eligieron el desarraigo, algo que es dolorosísimo, y cuando se encontraban conmigo y cantaban mis canciones lloraban y se emocionaban.
“Los niveles de inseguridad, crimen, desorden, desidia son más que alarmantes, son patológicos, porque no creemos que se puedan cambiar. La inflación no es como la fiebre que un día tomaste frío y te enfermaste. La inflación es una decisión. Y todos los días y desde siempre hay gente que toma la decisión de que vivamos en esta incertidumbre”, señaló, y dio los motivos: “Egoísmo, ambición, miedo, ausencia de amor y de sensibilidad y la enfermedad que el poder genera. ¿Cómo alguien puede entender la pobreza si tiene autos, choferes, sueldos insultantes y un nivel de comodidad y de protección que solo la opinión pública y luego la justicia podrían desnudar?”, se preguntó el artista.
Carta completa de Alejandro Lerner:
Hace rato que algo en mí me viene haciendo ruido, sobre todo después del viaje por España y por Israel.
Transitar por un país que vive en guerra esperando los misiles tiene un costo, y eso se siente. El enemigo es real y es un país chiquito con un alma enorme. Conviven con un estado de alerta y de supervivencia, que los obliga a tener sus prioridades en orden y al acecho.
España es lo que Argentina podría ser, un país hermoso con un idioma cercano -lo cual es un alivio siempre-, la comida, las calles, la arquitectura, todo es familiar. Pero la gran diferencia que yo he sentido es que se puede vivir en un clima de tranquilidad, normalidad y convivencia.
No hay olor a miedo en las calles, un comentario que me llamó la atención. Aquí te pueden hurtar, pero no te van a matar o agredir físicamente para robarte, y esa es una sensación que se respira y se comparte.
Viajé en el tren bala, una promesa con la que nos han venido chicaneando por décadas. Allí es una realidad constante e incorporada.
La gente trabaja y el progreso es un destino cierto. Escribo porque no puedo dejar de hacerlo. Progreso, una palabra ya extinguida en los discursos de los que tienen y desaprovechan el poder; y la responsabilidad y los que quieren llegar y tienen el colmillo hambriento por seguir pegándole otra mordida a la torta que a todos nos pertenece.
La diferencia de un país del llamado tercer mundo y los del primero es la conciencia. Conciencia que trabajando se llega y se crece. Que hacer las cosas bien es mucho mejor que hacerlas mal. Que mentir, robar y hacer daño se paga. Que la justicia no son solo las personas: son las leyes y entre todos hemos acordado cumplirlas y defenderlas.
Conciencia del respeto al otro. ¿Cuándo fue la última vez que alguien dijo progreso? ¿Cómo llegamos a esto? ¿Cuándo fue que nos acostumbramos a que todos roban, todos mienten, y todos salen ilesos?
¿Cuándo fue que el porcentaje de pobreza nos duele menos que el porcentaje de humedad? Lo grave es saber que nuestro querido país no es pobre, es un país empobrecido. Y nuestra pobreza es moral, no es económica. Nuestra riqueza es incalculable, como nuestra ignorancia.
¿Cuándo fue que aceptamos que elegir lo menos peor es lo que nos merecemos?
Soy ateo de la política porque creo fervientemente en Dios, y no veo a ningún político hablando de Dios, ni siquiera mostrando algún tipo de vergüenza por sus acciones ante la mirada de algo mayor a nosotros mismos.
Lo peor que nos pasa es que nos convenzan de que no nos merecemos más que esto. Y es triste darse cuenta de que esta realidad a la que nos hemos sometido a vivir podría ser muchísimo mejor que la que hemos aceptado mansamente a acatar.
Hay muchos de nosotros que prefieren mirar hacia otro lado mientras tengamos comida, abrigo y algunas comodidades. Los niveles de inseguridad, crimen, desorden, desidia son más que alarmantes, son patológicos. ¿Por qué no creemos que se puedan cambiar?
La inflación no es como la fiebre que un día tomaste frío y te enfermaste. La inflación es una decisión. Y todos los días- y desde siempre- hay gente que toma la decisión de que vivamos en esta incertidumbre.
Eso no es normal y no está bien. Está mal, muy mal.
Las razones son simples. Egoísmo, ambición, miedo, ausencia de amor y de sensibilidad, y la enfermedad que el poder genera.
¿Cómo alguien puede entender la pobreza, si tiene autos, choferes, sueldos insultantes y un nivel de comodidad y de protección que solo la opinión pública y luego la Justicia podrían desnudar?
Yo quiero que mi país cambie. Yo quiero que mi país crezca. Yo quiero no pensar en inseguridad, muertes, miedo, como algo normal. No, mis queridos, no es normal.
No es normal que mueran colectiveros, que ataquen mujeres mayores o embarazadas, no es normal. Y nosotros lo estamos normalizando.
Yo tengo hijos, no quiero huir. Sí voy a viajar, aprender y seguir empujando por extender mis horizontes personales y profesionales. Pero no quiero huir.
No sigamos desaprovechando nuestra democracia con la excusa de que no podemos hacer que las cosas cambien. Hay demasiado dolor y frustración acumulada.
Y no es justo. Nuestros abuelos, habiendo venido del horror más profundo, construyeron un país maravilloso.
Que no nos quiten lo que nos queda de sueños para nosotros, para los nuestros y para todos en general.
Lo peor que nos puede pasar es que nos convenzan de que ya no está en nuestras manos. Hombres decentes, con capacidad y con sacrificio, eso quiero.
La grandeza se convirtió en vanidad y en soberbia, y eso no es más que otro símbolo de degradación. Mañana es una oportunidad y no la quiero dejar pasar.