Miércoles 29 de enero de 2025
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Cultura

Pueblo de Indios

Por Vidal Mario*

“Itá, pueblo de indios” se titula un libro que hace cuatro años, con apoyo del Fondo Nacional de la Cultura y las Artes del Paraguay, publicó Aldo Jones, escritor de mi pueblo natal.

Por su forma, por su fondo, por su estilo, es un libro excelente.

Un magnífico y fiel retrato de los orígenes históricamente aun difusos de la ciudad de Itá y de su antigua condición de “pueblo indio”, habitado por guaraníes sometidos a los conquistadores españoles, que los reemplazó como amos de la tierra.

A aquellos guaraníes, primitivos dueños de las flechas y de las tierras, me refiero.

Ya mucho tiempo antes de la conquista, la raza aborigen estaba desparramada por todas partes y sus distintas parcialidades constituían la parte fundamental de la etnología indiana no sólo del actual Itá sino también de todo el actual Paraguay.

Uno de dichos grupos estaba constituido por la citada etnia, a la cual se debe que hoy a los paraguayos se los llame “guaraníes”, y a que su moneda oficial también sea denominada así.

Según un historiador argentino del siglo antepasado, “aunque los guaraníes eran los más numerosos y entendidos del país, no tenían un jefe general ni formaban un cuerpo político como los aztecas mexicanos o los incas peruanos. En realidad, cada pueblo era independiente de los demás, y llevaba un nombre particular”.

Generalmente nómades, antes de la conquista el pueblo aborigen se dividía en imbeguas, caracarás, timbúes, corondas, colastines, tucagües, colchaquis, quilohazas, ohomas, mongolas, acaaies, itatíes, tois, tarois, curupaitíes, curumies, y los muy famosos guaraníes, quienes constituían toda una verdadera nación.

Es valor entendido, entre historiadores, que nación indígena significa toda congregación de indios chica o grande animada del mismo espíritu, con formas y costumbres semejantes e idioma homogéneo.

Eso eran los guaraníes: una nación.

Llegaron los españoles, esta nación se sometió a ellos, y sus miembros pasaron a ser conocidos como caiguás y tembecuás. Son los que pasaron largas temporadas entre los jesuitas.

Dichos jesuitas instalando un gobierno teocrático a lo largo y ancho de toda la entonces denominada Provincia Jesuítica del Paraguay, implantaron su cultura religiosa a los guaraníes.

Estaban además los llamados guanás, quienes constituían un conglomerado de ocho parcialidades.

Algunos historiadores consideran que estos últimos también eran guaraníes, porque se gobernaban igual que ellos. Cada uno de sus subgrupos, a la hora de elegir un cacique o discutir sobre la paz o sobre la guerra, se atenía al veredicto de una asamblea.

En su libro Descripción histórica del Paraguay y Río de la Plata, Felix de Azara, tal vez el más formal y desinteresado de los exploradores españoles, escribió esto sobre las mujeres guanás:

“Son apreciadas, limpias y altivas. Se casan a los nueve años, dan la ley en los contratos matrimoniales, y aun usan algunas coqueterías. Los varones se casan más tarde, no son tan puercos y se adornan y pintan algo más que los de las otras naciones. Es frecuente entre los hombres robarse las mujeres y escaparse con ellas. Apalean los maridos al adúltero, no a la adúltera”.

 

Los tembecuá

 

Tembecuá es un vocablo compuesto de las palabras tembé (labios) y cuá (agujero). Por lo tanto, decir los tembecuá es decir “los labios agujereados”. Efectivamente, tenían la costumbre de usar, ya desde la infancia, un cañuto puntiagudo.

Alguna vez, en relación a los ponderables tembecuá, se hablará también de sus curas, de sus obispos, de sus jefes y oficiales que iban desde subtenientes hasta general, y de la religión que heredaron de la Compañía de Jesús, mezcla de paganismo y cristianismo.

Hace unos 450 años, el citado Féliz de Azara describió así a los paraguayos de entonces:

“Observándolos yo encuentro, en lo general, que son muy astutos, sagaces, activos, de luces más claras, de mayor estatura, de formas más elegantes y más blancos, no sólo que los criollos o hijos de español y española en América, sino también que los españoles de Europa, sin que se les note indicio alguno de que desciendan de india tanto como de español”.

En 1870, a meses de concluida la Guerra de la Triple Alianza, el militar, periodista y escritor argentino Lucio V. Mansilla, escribió en el diario La Tribuna de Bueno Aires:

“Por culpa de los jesuitas y de los tiranos como Francia y los dos López, el paraguayo, que antes era tan confiado, llegó a ser el más desconfiado del mundo”.

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