Viernes 22 de noviembre de 2024
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Murió Nora Cortiñas, cofundadora de Madres de Plaza de Mayo, a los 94 años

Nora Cortiñas

La presidenta de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, Nora Morales de Cortiñas, murió este jueves a los 94 años. Conocida simplemente como «Norita», nació el 22 de marzo de 1930 y era psicóloga. El 15 de abril de 1977, su hijo mayo, Carlos Gustavo, estudiante de Ciencias Económicas e integrante de la Juventud Peronista, fue secuestrado en la estación de trenes de Castelar.

Nada más se supo de su hijo, ni siquiera hay rastros en los distintos centros clandestinos de detención. Tampoco, testimonios que permitan descubrir su derrotero. “Desde jovencito Gustavo decidió luchar para que el pueblo tuviera buen trato. Junto con muchos compañeros, luchaba para lograr ese mundo ideal”, lo recordó.

La vida de Nora cambió drásticamente a partir de aquel fatídico 15 de abril de 1977, cuando se llevaron a su hijo en Castelar. Gustavo estudiaba Administración en la Universidad de Morón y trabajaba en el INDEC, mientras seguía con su militancia política, en la que también, tiempo antes, había acompañado al Padre Mugica (asesinado en 1973) en la ayuda a los sectores más humildes.

“Yo fui una mujer tradicional, una señora del hogar. Me casé muy joven con Carlos Cortiñas y tuvimos dos hijos: Carlos Gustavo y Marcelo Horacio. Mi marido era un hombre patriarcal. Él quería que me dedicase a la vida familiar. En ese entonces, yo era profesora de alta costura y trabajaba sin salir de mi casa, enseñándoles a muchas jóvenes a coser. Vivía todo muy naturalmente, como me habían educado mis padres”, recordó Nora Cortiñas.

Como las otras integrantes de Madres, Nora cambió su rutina familiar en forma drástica con el secuestro de su hijo. Sobre aquel operativo militar reveló: “Gustavo salió una mañana como todos los días y no llegó más. Era el 15 de abril de 1977. Tenía 24 años, una esposa y un hijo muy pequeño. Lo secuestraron en la estación de tren, mientras iba camino a su trabajo. Esa noche un operativo militar y policial allanó mi casa, en donde estaba mi nuera. Afortunadamente, a ella no le hicieron nada. Fue un milagro teniendo en cuenta de que en la mayoría de los casos, al no encontrar a la persona buscada se llevaban a cualquier familiar en represalia».

Y lamentó: «Perder un hijo es siempre una tragedia, pero hay que elaborarlo para no quedar prendida en ese laberinto y poder ayudar a quienes están en la misma situación. La soledad nunca es buena receta si se quiere saber la verdad”.

​Desde ese momento, ella se destacó por sus reclamos ante los militares, en la época más dura. Y, más adelante, como docente en la UBA profundizó sus estudios sobre la relación entre los golpistas, la deuda externa y la crisis económica. Nora participó de las reuniones de Madres desde los comienzos de la organización.

​Así lo evocó: “El 30 de abril de 1977, nuestro primer día, éramos muy poquitas y todas estábamos atravesadas por el miedo y la angustia. Mientras averiguábamos por el paradero de nuestros hijos nos íbamos encontrando con mujeres y hombres en la misma situación. Entonces comenzamos a juntarnos para descubrir las causas, para consolarnos. No nos unían opiniones políticas ni religiosas sino la tragedia, la búsqueda incansable».

«Ahora bien, desde el inicio en vez de estar quietas decidimos rondar. No obstante, durante los cuatro primeros meses de reuniones lo que hacíamos era estar paradas. Las vueltas comenzaron casi por orden de la policía que nos hacía circular. La razón fue muy simple: como el estado de sitio no permitía que las personas se juntasen en las calles se nos ocurrió caminar alrededor de la plaza. Fue Azucena Villaflor la que propuso esa idea. Allí podíamos expresar nuestro dolor, nuestra angustia y la gente al vernos se iba enterando de lo que estaba sucediendo”, remarcó.

Asistió al Juicio a las Juntas, ordenadas por el presidente Alfonsín al retorno de la democracia: “Estuvimos dentro del recinto y vimos a Videla y a los genocidas. Pero no he tenido el deseo de acercarme a preguntarles, nada ni siquiera hemos pedido ni buscado venganza”.

Nora Cortiñas y Taty Almeida quedaron como referentes de la Línea Fundadora, cuando Madres de Plaza de Mayo se dividió. La otra rama, liderada por Hebe de Bonafini, fue más intransigente (seguía con el reclamo por “todos los desaparecidos con vida”). Pero se mantuvo, en ambos casos, la consigna de los orígenes del 77: seguir sacando sus pañuelos blancos a las calles para exigir memoria, verdad y justicia.

Uno de los hitos fue la celebración de los 40 años de las Madres, en el 2017. Allí Cortiñas habló: «Cada día renacemos y nos sentimos acompañadas por todas y todos. Si algún día perdemos el rumbo, les pedimos que nos los digan. Si ven que nos vamos equivocando, llámennos, dígannos. Pensamos en nuestros principios desde el primer día». Y concluyó: «Seguimos insistiendo en que abran los archivos, que los jueces abran sus cabezas, a quienes entregaron los bebés, en el siglo XXI, hace 40 años que estamos en esta plaza, pero vamos a seguir». Agregó: “Nuestros hijos están en la plaza cada jueves. No nos vencerán. 30 mil, presente. Ahora y siempre. Hasta la victoria, siempre, y venceremos».

En los últimos tiempos Cortiñas recibió numerosos reconocimientos a su trayectoria. Fue particularmente emotivo el que le brindó la UBA en 2012 con el doctorado honoris causa: «Se lo dedico a Gustavo a quien hoy le hice una ofrenda, al presentar un habeas corpus como muchos que presenté por años desde el primer día en que se lo llevaron (…) Quiero compartir esta distinción con las madres que fueron llevadas por la dictadura, desde la iglesia de la Santa Cruz a la Esma; con todas las madres compañeras de lucha”. También la UBA la distinguió como “Personalidad Destacada” en los festejos por su Bicentenario.

Y en abril del año pasado, en el acto por la Memoria, Verdad y Justicia, en la Facultad de Ciencias Económicas, recibió otro reconocimiento especial. Allí dijo: “Soy una sobreviviente, como muchos de los que estamos aquí. Por eso tenemos que hacer memoria, en todos los ámbitos. La memoria no es para quedarse en el pasado. La memoria nos ilumina el presente. Y es a través del presente donde podemos generar y construir nuevas perspectivas de vida para nuestro pueblo».

En la última década, la presencia de Cortiñas también fue permanente en las campañas por los derechos de la mujer, en las marchas “por el Aborto legal, seguro y gratuito” y también en reclamos sociales y políticos. Por ejemplo, en las manifestaciones contra el “gatillo fácil”. O en la carta que envió al Papa Francisco, junto al Servicio de Paz y Justicia, para que le plantee al FMI “en el espíritu del Jubileo, un alivio real a la deuda externa. Esta precisa ser anulada, cortada de raíz en las relaciones desiguales de poder, la dominación, la dependencia y la impunidad, que caracterizan al sistema de deuda perpetua”.

Acompañó al kirchnerismo en su política de Derechos Humanos pero también se ocupó de marcar diferencias en algunos temas. Criticó la designación de Milani al frente del Ejército (“no imaginamos en ese puesto a alguien que salió de la dictadura, es como la vuelta de la Obediencia Debida”) y cuestionó un proyecto del entonces oficialismo para declarar el pañuelo de las Madres como emblema nacional: “No queremos que se estatice o institucionalice nuestro pañuelo. No queremos que se haga algo que después lo maneje cualquier gobierno, cualquier político; que después lo manejen para ver si lo llevan el 24 de marzo, como el 9 de julio llevaban las banderitas”.

Y en uno de los recientes actos del 24 de marzo, criticó a La Cámpora aprovechar las movilizaciones del Día de la Memoria, Verdad y Justicia para agregar el repudio a la supuesta “proscripción” de Cristina Kirchner: “No se debe mezclar. Todos los dramas nos unen, pero el terrorismo de Estado, sus consecuencias, 30 mil desaparecidos, no puede ser una batallita electoral para trabajar para una persona para un cargo tan importante como la presidencia de la Nación”, dijo esa vez.

En 2022 enfrentó al presidente Alberto Fernández, cuando este afirmó que “los oficiales de nuestras tres Fuerzas Armadas han salido de la democracia” y pidió “dar vuelta la página”. Cortiñas lo llamó negacionista y, una reunión posterior en la Casa Rosada, donde el entonces presidente la recibió junto a otros militantes de los Derechos Humanos saldó la controversia. «Eso está saldado. Ya hablamos: habló el presidente, hablé yo, basta. Quedó saldado», expresó Cortiñas.

En 2023, al celebrarse el 40° aniversario del retorno de la democracia, lamentó “el avance de los discursos negacionistas” y trazó este balance:

“El país tuvo avances, pero también hubo mucho sufrimiento, porque incluyó las pérdidas. Guardo una grave preocupación porque todavía falta hacer justicia y que los jóvenes que fueron apropiados recuperen su verdadera identidad. Fue una represión terrible usando esta metodología de la desaparición forzada de personas, así que tenemos que seguir buscando toda la verdad y la justicia. No tiene que haber impunidad en nuestro país. Tenemos que seguir luchando, más allá de los 47 años que pasaron de cada jueves que las Madres estamos en la Plaza de Mayo”.

Hace pocos meses, había sido reconocida en la Legislatura Porteña con el premio Jorge Morresi “a la trayectoria, al compromiso y a la defensa de la democracia y los derechos humanos”. Y su última aparición pública fue el 24 de marzo del 2024 cuando marchó en silla de ruedas en el Día de la Memoria, Verdad y Justicia, en reclamo por su hijo Carlos Gustavo. Al mismo tiempo, salió a enfrentar las políticas de Milei: “Estemos juntos para defendernos de un ataque que nos merecemos. Hoy más que nunca defendamos la democracia ante estos cambios que no estábamos preparados», dijo aquel día.

En uno de sus últimos reportajes, anticipó: “Quiero que me recuerden como alguien que hizo todo de corazón, nunca claudiqué en honor y en amor a los 30.000, nunca cambié mi modo de ser y de pensar por un líder o partido político. Con las Madres estuvimos años y años en la vanguardia para defender al pueblo. Me siento orgullosa de haber dado a mi hijo Gustavo para esta lucha. Lo extraño, quisiera tenerlo, abrazarlo y agradecerle su decisión de enfrentamiento ante las ambiciones de los poderosos”.

Una embajadora de las Madres

Nora Cortiñas fue una de las primeras embajadoras designadas por las Madres para salir al exterior y denunciar los crímenes de la dictadura. Chile fue el primer destino, Italia y Francia el siguiente. El 19 de diciembre de 1979, Cortiñas estuvo a punto de ser recibida en forma privada por el Papa Juan Pablo II, aunque sólo pudo acercarse en la audiencia general. “Cuando estábamos en el hall esperando para entrar al salón -dijo- se nos comunicó que finalmente el Papa iba a hablar con nosotras dentro de la audiencia general. Aquella vez le entregamos una carta y él nos dijo que había desaparecidos en varias partes del mundo y que iba a rezar por nuestros hijos”, sostuvo. En junio de 1985, Cortiñas y la fallecida René de Epelbaum -madre de tres desaparecidos- tuvieron otro contacto con Juan Pablo II en el Vaticano en el que le entregaron una carta en que denunciaban la actitud de algunos obispos.

Moscú y Washington, Haití y Cuba, la India y España, estuvieron también entre sus múltiples destinos. Esas travesías fueron incesantes a lo largo de su vida, llevando su testimonio y acompañando distintas luchas. Por ejemplo, cinco años atrás participó en un evento en Japón organizado por el Instituto Iberoamericano de Tokio para recuperar las historias de las mujeres japonesas abusadas durante la Segunda Guerra Mundial. «Llevamos nuestro testimonio de 40 años de lucha, aportamos lo que, en mi caso como Madres de Plaza de Mayo, aprendimos a hacer frente a la impunidad y que no es otra cosa que salir, salir y salir a la calle y no quedarse jamás en silencio», dijo.

Otro de los viajes de poco antes (2017) provocó controversias: impulsados por la Comisión de la Memoria, Cortiñas junto a Adolfo Pérez Esquivel estuvieron en las Malvinas para pedir que se identificaran los cuerpos de 123 soldados argentinos enterrados como NN en el Cementerio de Darwin. Familiares de los soldados criticaron ese viaje, señalando que era parte de una “campaña de desmalvinización”.

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