Locales
Luto en el periodismo chaqueño: falleció Mila Dosso a los 75 años
En la madrugada de este martes 28 de enero, a las 1.30 de la madrugada, murió la periodista Mila Dosso, quien integró por muchos años la redacción de Diario Norte. Fue editorialista, columnista y editora de un suplemento semanal de dicho matutino.
Fue madre de Hugo, Daniela y «Memi», estuvo casada por muchos años con el doctor Hugo Camisasca, quien falleció tiempo atrás. Oriunda de Puerto Tirol, nació el 21 de diciembre de 1949. Estudió en el Colegio Nuestra Señora de Itatí de Resistencia, siendo miembro de la promoción 1967. Mientras trabajaba en el diario, la sorprendió una complicada enfermedad contra la que luchó con mucha fortaleza.
Según informó su familia, sus restos serán velados hoy de 9 a 12 horas en el Crematorio Avellaneda.
La última publicación de Mila Dosso en Facebook
Este lunes 27 de enero, en horas de la siesta, publicó su último post en la red social Facebook, siendo casi una profeta de su destino:
Cuando nos hayamos ido
¿Quedará la «Bolsa» floreciendo Dolares Blue, o serán los lapachos, allá por agosto, con su testimonio de ardiente belleza los que recordarán nuestros tiernos afanes, los amores furtivos, los cálidos abrazos?
¿Quedarán en el aire los sonidos de cajas registradoras, computadoras, celulares y juegos electrónicos; o en nuestro silencio definitivo hablará por nosotros la embravecida voz de la tormenta, los latigazos secos del viento norte en las sedientas siestas de enero y el canto alegre y ligero del churrinche, que todas las tardecitas regresa a su nido en aquella rama inclinada hacia el cielo, y canta, empecinado, hasta que muere el día?
¿Correrá por el lecho de los ríos toda el dinero, las joyas y los espléndidos vestidos, las toneladas de siliconas, los quillones de colágeno y los litros de bótox, todos los chiches que la vanidad y la ambición juntaron, avariciosas e insaciables, junto a los huesos secos de los que se van antes de la vida, rotas las manos doloridas contra los indiferentes muros del crimen y la crueldad.
¿O volverá a llenarse sus cauces con el agua cristalina y la roja sangre de tanta inocencia malgastada, la virginal pureza de los que no vendieron su alma ni hipotecaron sus sueños?
¿Qué será de los salones alfombrados y los despachos oficiales, de los inmensos y suntuosos templos, de las imponentes mansiones ocultas tras murallas y candados pero que asoman ostentosas, turbadoras?
¿Qué será de los inviolables tesoros de los Bancos, de las cajas fuertes y el oro de los dioses; de la ruidosa Wall Street, imponente catedral en ruinas del mundo financiero, o de los Goldman Sachs y la vieja y desdentada Europa?
¿Se convertirán en escombros sepultados bajo la arena de los siglos y los habitará el silencio definitivo?
¿Quedará allí el sello de lo que fue el espíritu humano, o como cuenta una vieja leyenda india las almas buenas quedarán entre las ramas de los bosques y por las noches cantarán desde el agua fría de los ríos?
¿Quedarán acaso los bosques si ya casi no hay árboles en ellos?
«Padre decidme qué le han hecho al bosque que ya no hay árboles.
En invierno no tendremos fuego ni en verano sitio donde resguardarnos»
¿Quién sabrá, salvo Dios -¿o ya lo hemos matado?- en su infinita sabiduría, cuáles fueron las almas verdaderamente buenas, cuál fue el pecado original que destruyó el corazón del hombre?
¿Quién podrá decir, cuando nos hayamos ido, «yo fui mejor que aquel»? ¿Quién afirmará sin sonrojarse «yo he arrojado al suelo un grano de simiente»? ¿Y quién se atreverá a confesar «no lo logré, no lo logré Señor, y aun reconociendo el pecado muchas veces lo elegí»?
¿Quién, a las puertas del infierno, sentirá dolores de parto y quién escuchará palabras mágicas que hagan empalidecer a los mármoles del cielo?
¿Quién perdonará nuestras pobres argucias, nuestras mentiras, nuestros engaños, nuestras búsquedas…, tan torpes como las de la rosa del Principito?
¿Quién nos dirá si después de todo el hombre no estuvo, a su pesar y sin culpa, condenado a ser siempre peor de lo que deseó?
¿Quién nos sorprenderá, en su infinita piedad, y nos susurrará con palabras de miel que al final de todo fuimos mejores de lo que creímos; que si la lucha entre el bien y el mal –ambos igualmente ciertos en el corazón del hombre – fue desigual y titánica, perdurará, sin embargo, el recuerdo de lo más bello de cada uno, como esas flores que guardamos entre las páginas de viejos libros, a las que el tiempo marchita pero que conservan su aroma y perfuman la oscura muerte?
Fuente: Diario Norte