Cine y series

Granizo: las razones detrás de la película argentina que es fenómeno mundial en Netflix

Hay obras que trascienden los marcos que la contienen, títulos que destruyen barreras y se instalan en el imaginario popular, quizá la frontera definitiva para cualquier pieza de ficción. Y eso sucede con Granizo, la última gran apuesta local de Netflix, dirigida por Marcos Carnevale y protagonizada por Guillermo Francella. A pocos días de su estreno, este largometraje se convirtió en un suceso dentro y fuera del mercado local, llegando a posicionarse en el primer lugar de las producciones de lengua no inglesa de la plataforma, con 24.2 millones de horas vistas por personas de todos los rincones del mundo. Además, el film sobre un meteorólogo caído en desgracia se ubicó en la lista del Top 10 de Netflix de películas en 32 países, como México, Brasil, España, Perú, Chile, Colombia, Grecia, Taiwán, Israel y, claro, la Argentina.

La buena salud de la que goza este título va más allá de factores matemáticos que respondan a un gran actor, una historia sólida y un gran despliegue técnico. Las razones pueden rastrearse también a una cuestión emocional: muestra una energía que entusiasma, y brinda una luz de esperanza en un momento en el que la pandemia por COVID empieza a quedar atrás.

Puede que la propuesta de Granizo tenga en su aparente sencillez su mejor condimento. Miguel Flores (Francella), un egocéntrico meteorólogo que luego de fallar un pronóstico, se refugia en su Córdoba natal para revincularse con una esencia perdida, es un tipo de protagonista que no resulta nuevo, pero quizá sí necesario. Porque un título que conecta de manera tan inmediata con el público evidencia el apetito por redescubrir historias que encierren un espíritu clásico, un relato con el que se puede empatizar rápidamente. Y para Carnevale, allí se encuentra parte del misterio: “Cuando las películas logran romper la cuarta pared, es porque interpelan al público, que se siente identificado y reconoce lo que estás contando. Y creo que este meteorólogo, más allá de la exacerbación que propone la película, y que muchos no entienden, es un personaje que ha entrado desde la infancia en nuestras vidas, y que toca un tema que nos involucra a todos: el clima. Y también creo que funciona algo que estamos viviendo, que es el fenómeno de la cancelación. Cuando decís algo políticamente incorrecto, o te publican un video, o errás un pronóstico como sucede en este caso, sos condenado socialmente y tenés que exiliarte”.

Sin embargo, y más allá del color local de la pieza, Carnevale y los guionistas Fernando Balmayor y Nicolás Giacobone, proponen un relato que atrae desde su universalidad, un rasgo que le permitió a espectadores de todo el mundo conectar con una historia que transcurre en Argentina. Al respecto, el director reflexiona: “En casi todas mis películas, no busco temas estrictamente locales, aunque los personajes sean argentinos, las temáticas son universales. La figura del famoso, su fanático, el proceso de cancelación, el padre ausente tomado por la obsesión y la fama, todos son elementos universales. Porque no tenés que ser famoso para descuidar el vínculo con tu hijo, eso puede pasarle a todo el mundo”.

Alcanza ver el calendario de hace exactamente dos años, para recordar los inicios de una difícil cuarentena. Los afectos quedaban lejos, el futuro laboral era un angustiante enigma, y el planeta se detenía ante el avance de un virus del que faltaba mucho por descubrir. La normalidad envejecía a paso acelerado, mientras nuevas rutinas, barbijos y protocolos, comenzaban a formar parte de una cotidianeidad más en pantalla y menos en persona. Y aunque en el universo de Granizo el Covid no exista, Miguel Flores también tuvo que despedirse de su vida. Ese personaje debe encerrarse en una nueva realidad, aprovechar para reflexionar sobre lo que perdió, y abandonar esa vida urgente que no le daba espacio a la vida importante, encarnada principalmente en su hija y en un volver a las raíces, a la tierra. “Durante la pandemia hubo mucha gente que hizo una enorme introspección, se dio cuenta de muchas cosas que ya caducaban, que había un cambio de paradigma, y que la realidad a la que íbamos a volver no era la misma que habíamos dejado atrás” asegura Carnevale. Y trazando un paralelo entre su protagonista y la pandemia, luego agrega: “Pero mucha gente no hizo ese trabajo, muchos siguieron dormidos, esperando ir a tomarse una birra y pensando que el mundo iba a estar exactamente igual a como lo habían dejado. Pero Miguel Flores se encerró en sí mismo. Eso lo ayudó a mirarse, y a darse cuenta de lo corrido que estaba de la realidad”.

La actualidad del cine argentino se presenta compleja. Luego de dos años en los que el público no pudo (o temió) asistir a una sala, las taquillas se presentan magras, y mientras algunos celebran el paulatino reencuentro de los espectadores con la pantalla grande, otros vaticinan un duro panorama para las producciones locales. En ese contexto, Granizo parece sugerir que el futuro está en el streaming, permitiendo que el cine argentino conquiste distintos territorios, un logro sobre el que Carnevale concluye: “El film está muy a mano, es apretar un botón y verlo, no es lo mismo sacar una entrada y trasladarte a una sala. Quizás hubiera ocurrido lo mismo en el cine, pero no como sucedió en 24 horas. Esta fue una bomba que estalló en un día en la Argentina y en el resto del mundo. Y creo que eso solo lo posibilita un streaming, como Netflix”. Granizo es la primera de cinco películas locales ya anunciadas por la plataforma: La ira de Dios, disponible desde el 15 de junio, dirigida por Sebastián Schindel, con Diego Peretti, Juan Minujín y Macarena Achaga, está basada en la novela de Guillermo Martínez.

La muerte lenta de Luciana B; Matrimillas, una comedia romántica dirigida por Sebastián de Caro con Luisana Lopilato y Juan Minujín, que comenzó a rodarse en marzo. Lopilato también protagonizará una nueva intriga policial como Pipa Pelari, sobre las novelas de Florencia Etcheves, que ya concluyó su rodaje y, finalmente, Elena sabe, adaptada del libro de Claudia Piñeiro candidato al International Booker Prize, será dirigida por Anahí Berneri.

Dentro de la ficción, Miguel Flores huye de los haters, voces anónimas que desde Internet lo insultan y piden por su cabeza; fuera de la ficción, los usuarios se quejan de Francella preparando un fernet y cargan contra la entonación de algunos personajes de la historia (“asumimos desafíos muy grandes, que exceden si una actriz saca bien o no el acento cordobés, porque la película tiene temas mucho más importantes”, confiesa Carnevale).

Una y otra vez, el universo de Granizo y el que habita fuera de él, se dan la mano de inesperadas maneras, y puede que ahí radique el secreto detrás de este éxito: en ese traspaso a la realidad que hizo el film, para reflejar cuestiones que no siempre resultan cómodas. Pedirle a este largometraje que sea algo que no es (una denuncia contra el calentamiento global, un retrato detallado de la ciudad de Córdoba, etcétera), es elegir quedarse afuera de un relato cuyo objetivo es llevarnos a empatizar con Miguel, con Luis (Peto Menahem), y con el duro desafío de mirarse a uno mismo a través de sus fallas. Granizo apuesta a eso, y su innegable trascendencia, señala que como en la meteorología, hay fenómenos inesperados que llegan para estar en boca de todos.

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